jueves, noviembre 30, 2006

GRAVES CANTOS PÉLVICOS: ÁNGEL CANALES

EL DIAMANTE ENDIABLADO


«No, no no/ no me trates así: la libertad caballero/
no me la quites a mí...»

La libertad, lógico. [versión Eddie Palmieri]
Para Agustín Pérez Aldave



Imagínese, el hombre es distinto porque se sabe artista. Es diferente porque es irreverente. Es discrepante porque aunque ama su cultura popular, genera controversias. Imagínese, se llama Ángel Canales y nació en Ponce, Puerto Rico. Ese pueblo que parió a muchos grandes de la Salsa: Pappo Lucca, Eddie Palmieri, «Cheo» Feliciano, «Pete» El Conde Rodríguez y el entrañable Héctor Lavoe. Entonces, el hombre maneja la leyenda y el registro sonoro del tiempo inmemorial. Imagínese, ese hombre llegó a Lima en junio de 1992. Trajo su mejor banda y cantó una sola vez y hasta la madrugada tras los extramuros de la capital Hoy dicen que está muerto y otros que ya nos es de este mundo. Yo lo recuerdo así.

Por Eloy Jáuregui


Veamos. Miles Davis en el jazz. Acaso David Bowie en el rock, E.M. Cioran en la metafísica, Javier Conde en el toreo o Gal Costa en la lágrima bajoventral. Así es Ángel Canales en la música popular latina. Un ser extraño, una abstracción mítica con rabietas de leyenda, un exclusivo de los páramos de los populares inimaginados: un artista para ser leído después que pasó de moda; su moda, ese pretexto para ser texto de los coyunturales. Para otros, nosotros de la familia de la raza latina, los del espíritu Maestra Vida y del colectivo Mambo-inn.com, Canales es un imbricador galvanizante entre el símbolo y el diávolo, es decir, aquel que domina la tensión armónica de esa fuerza de contrarios, atracción/deconstrucción y desorden concertante de las arritmias del genio.

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Canales y su Orquesta Sabor en Lima en 1992.

Canta -porque hoy más que nunca está vivo-incluso cuando está callado. De esta manera es una voz esplendorosa antes, mucho antes que el silencio lo domine en estruendos. De este axioma se desprende que su registro no tiene tiempo. Es Matamoros y Caruso, Polaco Goyeneche y Panchito Riset, Orlando Contreras y Mario Bauzá. Y al ser atemporal, sus descaros tan caros, bien estaría ubicados en los trazos asiáticocaribeño de Wilfredo Lam o en un afiche en un teatro de Ámsterdam donde se lo anuncia como croner de la gran banda de Chico O'Farrill. Hay que oírlo en ayunas, mejor, después de hacer el amor, participando de la creación-recreación de un jazz afro-cubano, una plena abolerada, un cante jondo en conga, un ritmo libre atrincherado en duendes moriscos.

Embajador africano pasando por Andalucía y de soleras, Ángel Canales se adelantó no sólo en el tiempo [¡Fuera Perogrullo!] sino en el pellizco al arte flamenco del hoy hiperpromocionado Dieguito El Cigala [1] --Canales como el Diego juran que no les gusta la palabra fusión y ambos hubiesen preferido hablar de ‘sonidos negros’ a secas aunque yo no conozca esa palabra--. Canales, que es un sujeto-objeto de irradiación encriptada, desde Nueva York, el barrio de todos los barrios latinos y hasta el rincón más alejado de la brújula, ha prodigado su género único con sus antiguas formas armónicas, en el punto de la posmodernidad -asaltando incluso la linealidad del desarrollo del tiempo--, la memoria, el sueño fantasioso-ansioso, cierto, pero con la innovación propia de los cantores contemporáneos en el deslizamiento de su anclaje y memoria. Ni el laborioso free-jazz o acaso el tango que Piazzolla y en última de sus formas, la samba arquetípica del novo Brasil, imaginó un cantante transgénico de tal calaña.
Canales y Bobby Rodríguez y la Compañía

Cuando el Dr. Luis Delgado-Aparicio, en la tercera parte de su ensayo, «Clave de Sol / Son Mayor» [2], advierte que la música caribeña siempre habitó entre nosotros [en Lima, Callao, y todos los puertos de la costa peruana, hubiese agregado Agustín Pérez Aldave, no sin razón] asegurando que aunque la primera delegación musical cubana con Eliseo Grenet [autor del conocidísimo tango-congo "Mamá Inés"] llegó a Lima alrededor del decenio de mil novecientos veinte, su presencia cobra fuerza -el subrayado es mío-- a partir de mil novecientos cuarenta. Y aclara que desde esa fecha, es frecuente las visitas de artistas de la talla de Armando Oréfiche, Miguelito Valdez, Machito, Dámaso Pérez Prado, Rolando La Serie, Olga Guillot, Xiomara Alfaro y la Sonora Matancera y etc.; en realidad, lo que nos está informando el investigador, es que desde aquel tiempo existe un flujo tránsdisciplinario -una oleada, un vaivén, una circulación, un torrente mucilaginoso -rítmico-, de aquel gel de la dulzura. Melao de caña brava, según Maelo, tamarindo en jeringa intramuscular, acaso como señala el gran José ‘Chaqueta’ Piaggio.


A Canales lo conocíamos de a oídas antes de la Era de la Información. Quiero aclarar, en tiempos de las carabelas radiales y las grabaciones en el galeón del vinilo. Para los avezados del barrio, era quimera sólo sonora, leyenda apenas auditiva, fábula infestada de susurros, cuento sin fastos de tradición o invención con arrumacos de ficción. Era Canales un etéreo sonido alcanforado de registros que bajaba como quien oye una vista del amanecer en el trópico, a la manera de GCI. Era Canales en la opera de los fantasmas un ser para ser admirado de orejas para adentro. Era Canales aquel que no era y al mismo tiempo él mismo juraba que existía y para eso estaban sus discos; si bien es cierto que los nativos de mi esquina, unos años luego, dijeron haberlo visto llorar en un video donde entona: «Yo nací en Puerto Rico y en Nueva York me crié…» ["Lejos de Ti" de Antonio Tapia], pues el desconcierto rítmico era un concierto de vacilaciones.

Una tarde de junio de 1992 llegó la noticia. Ángel Canales venía a Lima, con banda propia, y para quedarse cual paradigma en el imaginario peruano y a romper los últimos sortilegios del pudor que lo negaba. No lo creímos pero fue cierto. Cierto también que Canales, hasta para eso era diferente. No llegaba en su momento de mayor esplendor. Varios años estaba alejado de la música, recuérdese que el tipo no solo daba el tipo para la música sino que también la vida le había confiado un tesoro, la joyería. Y Canales era experto en piedras preciosas por no decir que era honoris causa en diamantes. Si pues, un diferente. Para el gran Felipito Palacios, un extraño en el momento en que la cultura popular arrastra una corriente musical banalizada, de fútil registro y anodino devenir. Es decir, en aquel espacio que se crea luego de la explosión de los grandes de Fania y sus contemporáneos -los setenta, mediados de los ochenta- y hasta la llegada de la salsa erótica o de catre o de pelvis fáciles.

Canales así es contracultural porque articula una lógica simbólica lejos de las industrias culturales de su tiempo. El imperio de los sellos fueron brincados por su patogénico estilo y ese es su mérito. Cantaba lo que le gustaba y componía lo que quería y cuando le venía en gana. Como otros, no siempre dependió del estipendio de las regalías de las fábricas de la música. Ya lo dije, Canales era una joya que trabajaba con piedras preciosas, de ahí su ruta distintas y su destino por otro jardín de los senderos que se bifurcan. Entonces siempre tuvo aquello que le sobró a los otros: hambre. Él, hombre poderoso, con dinero o sin dinero, manejó su destino como conducía un BMW deportivo para llegar a Nueva Jersey o aquel Ferrari color bala que dicen que lo llevaba -en el juego de la vida- por las autopista del Miami de portentos.

Así llegó a nuestras playas tras larga para [3]. Coco Giles, el animador de ese entonces de cualesquiera fuese la fiesta de las caderas, lo anunció en la radio pero fue una promoción tan sui generis que incluso algunos dijeron que él que venía no era y él que se fue no hacia falta y que hace falta él que vendrá. Cosa de descreídos, gente de poca fe. Aquel 24 de junio de 1992, con el maestro Agustín Pérez Aldave, nos reunimos en una casa de unos amigos de Miraflores pasado el mediodía. Había que conversar el debut, y nosotros alquímicos y casi magos, entre los cubaslibres y los whisky en las rocas, escuchamos primero al Canales de los discos. ¡Vaya maestro! ¡Qué genio! Después, cuando anochecía, enrumbamos hacia el distrito de San Juan de Miraflores, el colegio Ruso de la avenida Pachacútec donde ‘El Diferente’ se haría ver por primera vez en la capital peruana. Canales había debutado la noche anterior en Ica, una provincia a 4 horas del sur de Lima, y ahora habitaba entre nosotros.

No existía ortodoxia ni concierto para ese segundo debut. El colegio era de los llamados públicos y no estaba bien puesto como se podrán imaginar. El sonido estaba aceptable para un artista normal y el escenario era un tabladillo y punto. Ángel Canales, les aseguro, hubiera preferido cantar en otro sitio y por momentos, la humildad del lugar le recordaría aquellos clubes del Brooklyn donde debutó a mediados de los sesenta bajo el ojo rítmico del pianista Marcolino Dimond, sí, aquel mismo del primer Willie Colón. Una banderola pegada en la pared del fondo decía: «Geldres Discos Shows / Les da la bienvenida. [Más abajo] Cristal en los Grandes Acontecimientos». No decía más. Al peruano Antonio Cartagena y su orquesta lo mandaron a calentar el ambiente. Cartagena había nacido en ese zonal pero no le valió absolutamente nada si saco verde pacae y su pantalón amarillo mango para que el público llegado de allende los mares del Callao, se aburriera olímpicamente ante el crédito nacional.

De pronto y cerca de la medianoche un bus aparcó junto al tabladillo. Bajaron personas entre sorprendidas y fastidiadas. Nada hacía de vestuario ni cosa que se le parezca. Para eso estaba el vehículo, la soledad, las ansias. Coco Giles pidió una clave con las palmas, y otra vez y otra vez. De pronto también, los músicos fueron colocándose y entraron a afinar sus instrumentos y 15 minutos antes de las 12 de la noche, Canales apareció en escena. Era un hombre moreno, fornido y rapado de cabeza. Vestía jeans, casaca de beisbolista y botas vaqueras todo un self-assured. Nada que ver con Miguelito Valdés y su camisa rumbera y con manga con bobos y en nada se parecía al robótico Bobby Cruz y su traje de predicador evangelista. Este Canales, cierto, era diferente. Y, un, dos tres, y la orquesta Sabor -Una dama en minifalda tocaba el saxo barítono, dos trombones, una trompeta, piano, bajo, timbales y congas-[4] se arrancó con el tema de saludo, Canales dirigía la banda como el Benny Moré, luego cogió el micrófono, dijo «Buena noches Lima», apagó todo, hizo afinar nuevamente, probó sonido otra vez, y ahora sí, el show empezó con el tema: "Sabor los Rumberos Nuevos". Ya lo dije, era diferente y recién se la creyeron.

Es una amalgama de las herencias moriscas, suplicante sabor de bulerías y rítmico ardor negro, lo dijimos ahí en la tarima mientras nos pasaron unas cervezas junto al gran Hugo Ábele y al destacado diseñador gráfico Ángel Hermoza, con quienes tuvimos la suerte de ser testigos de este espectáculo único en la misma tarima. Un video aficionado así lo demuestra. La leyenda cuenta que después, Canales no volvió a cantar como esa noche. Que en el Estadio de Alianza Lima, suspendieron en el concierto por pandillajes y bajas pasiones. Que en «La Máquina del Sabor Nro.3» no fue el mismo y que Canales juró antes de retorno que quería cantar en Madrid y Berlín y dejar la música para siempre. Yo sólo recuerdo a este ángel endemoniado que esa noche de junio nos dejó la huella fiel de su registro personal en "El Cantante y la Orquesta", la maravilla de son que fue su interpretación de "Sol de mi Vida", el encanto agamuzado del bolero "Dos Gardenias", el alucinante "La Vida es una Caja de Sorpresas". Yo sólo recuerdo que casi lloramos con «…Puerto Rico yo nunca dejaré de amarte», y que Canales se fue silbando el tango "Nostalgia" y nosotros todavía lo silbamos del corazón para adentro.

No sé, hay cantantes que nacieron para ser oídos a través de los parlantes de un equipo musical. Otros, como Canales, pasaron por la música para ser eternos y ser vistos con todos los sentidos y mejor, ser tocados por los ojos. Canales hoy vive enfermo de recuerdos. La salud se le fue y no la puede recordar así pague sus minutos con el peso de todos sus diamantes. Yo lo quise recordar desde que se apareció una tarde de 1970 en Nueva York al arreglista colombiano Eddie Martínez quien trabajaba con Mongo Santamaría y el «Guagua» Rivera se lo presentó como un joven humilde y respetuoso, con su bandita de puertorriqueños y sólo le pedieron al mejor arreglista de Fania: «maestro, queremos algo moderno. A su estilo, maestro». Ese día nació «Sabor de Canales», como esa noche que cuento, allá en San Juan de Miraflores, nació en mi cerebro su memoria cada día más intensa, entrañable, profunda y sonora. Canales era un diferente, como los genios, hoy es un clásico. Vida eterna, maestro.

1] Diego Ramón Jiménez Salazar, Madrid 1968, El Cigala. Estuvo en Lima en única presentación junto a Jesús «Chucho» Valdés. Cierto, el hombre tiene magia. Canales también. Lástima que cantara en un cuartel.

[2] Ensayo en tres partes publicado en esta página Mambo-Inn.com, en el link «Maestra Vida». El Dr. Luis Delgado-Aparicio Porta, es el conductor y productor del Programa del mismo nombre des el inicio de la década de los ochenta.

[3] Cuando el público de Lima le pidió que interpretara "Brujería", el maestro Canales contó sobre el escenario que no tenía las partituras de ese ni de otro tema porque se le habían extraviado y que recién estaba recomponiendo su repertorio escribiendo otra vez su canciones con el maestro Ángel Torres.

[4] Si la voz de Canales es curiosa y "diferente", el sonido de su banda no se queda atrás, es la reunión de músicos internacionales que aman la irreverencia latina. Tiene en su nómina japoneses, judíos, norteamericanos y europeos. Claro, y el sabor de los latinos. Hasta mediados de los 80, Canales había grabado unos 10 LP, ocho de ellos en su propia compañía SELANAC. La Compañía de Bobby Rodríguez tiene en su haber unos 7 LPs, incluyendo el del 87 Juntos Otra Vez, en donde se reunieron los músicos fundadores.


[TOMADO DEL LIBRO "Pa' Bravo yo" Una historia de la música latina. Eloy Jáuregui, 2007.]





jueves, noviembre 23, 2006

ESTOY ENAMORADO DE MI PAÍS: LIMA EN PERREO





LIMA Y PIZARRA
Según el maestro Rolando Arellano


Rolando Arellano accedió a tomarse fotos con el fondo de la Vía Expresa, el símbolo vial (y umbilical) por excelencia de una gris y desordenada Lima que hoy elige a sus nuevas autoridades municipales. En esta entrevista, el reconocido especialista en marketing y en identificación de los nuevos públicos, deja en evidencia a la ciudad y a los limeños. No vale picarse.

Por Enrique Patriau.


–¿Qué tipo de ciudad heredará el próximo alcalde?

–Me parece que Lima está volviéndose cada vez más limeña. Durante los últimos 30 años creció gracias a los provincianos y ahora solamente el 12 por ciento de sus habitantes son limeños de tercera generación. El resto son nietos de provincianos, hijos de provincianos o provincianos netos. En ese sentido, hablamos de una ciudad provinciana, mestiza, pero con una identidad propia, en la cual todos se han ido integrando.

Rolando Arellano en la Vía Expresa.

–¿Y los limeños sienten como suya a Lima?

–Regionalmente. Quienes viven en Lima norte se identifican con su zona. Muchos ni salen de ahí. En Lima sur, con Villa El Salvador, también se aprecia un fenómeno similar. No ocurre lo mismo con Lima este, donde está San Juan de Lurigancho, ni con la parte de la Carretera Central.

–¿Esta falta de identificación por la ciudad en su conjunto podría explicar la apatía general que se sintió durante la campaña electoral municipal?

–Es que Lima se encuentra todavía en proceso de formación. No existe un concepto de ciudad. Eso era antes de la aparición de los llamados conos. Somos 8 millones, pero en la zona más tradicional apenas viven 3 millones. Existe apatía respecto a Lima, pero tiene que ver más con la estructura de la población. Acá viven muchos migrantes con un estilo de vida progresista, que buscan cambios, que persiguen avanzar a toda costa.

–Son individualistas....

–Exacto. No les interesa tanto el grupo, el conjunto. Ellos avanzan, y si en el camino tienen que empujar a alguien, pues lo hacen. Tiene algo de cultura combi, ¿no es cierto? "Yo tiro para adelante porque debo recoger a mis pasajeros, y si alguien muere en el camino, ese es su problema". Al no existir una identificación grupal lo suficientemente fuerte, el interés por los temas comunes disminuye.


–Ahí están las elecciones.

–Son un caso clásico. Por otro lado, el desprestigio de los políticos también ha contribuido a que el proceso no sea seguido con mucho interés. A eso súmale que no ha habido un enfrentamiento de tendencias claras. En la campaña municipal anterior existían dos frentes: el limeño y mazamorrero, es decir Alberto Andrade, y el candidato de origen chiclayano, Luis Castañeda. Ello planteaba una competencia fuerte entre el capitalin
o tradicional y el provinciano. ¿Y ahora?


–¿Cuál es el tipo de relación que establecen los limeños con sus autoridades?

–Lima, Huancayo, Arequipa, entre otras ciudades, han concentrado a muchos migrantes progresistas, a quienes no les importa mucho la autoridad. Les interesa que les dejen la cancha libre para trabajar. En las urbes más pequeñas, a donde no han llegado los migrantes, se busca, en cambio, a un dirigente protector, se establece una relación paternalista con el poder.

–A los limeños se les ha hecho costumbre progresar al margen de sus autoridades.

–Mirémoslo así: de los ocho millones de limeños, cinco millones solamente han visto progreso. Claro, si vives en Miraflores y antes tenías un buen puesto en alguna trasnacional, puedes acusar un retroceso. Pero imagínate viviendo en Los Olivos, por ejemplo. Viste a tu abuelo en un cerro, en una choza de esteras. A tu padre, en una casita de ladrillos. Y ahora, tú, la tercera generación, vives en una casa de material noble y estudias ingeniería en la UNI. ¿Y qué es eso? Progreso, a pesar de lo que hicieron o dejaron de hacer los alcaldes. ¿Y ahora van a esperar a que alguien haga algo por ellos? Ni hablar. Por eso, al final, la apatía. "¿Alcalde? ¿De qué me sirve un alcalde? Si yo lo he hecho todo contra la opinión del establishment...".

–Y contra la indiferencia...

–En buena cuenta, Lima les es extraña. No es de ellos. Además, todos somos desconocidos, completamente anónimos. Se necesitan crear lazos. El alcalde fundamentalmente debe empeñarse en ello porque, de lo contrario, no tendremos ciudad. A Lima principalmente se le toma por un dormitorio. Para que nazca un concepto de comunidad se necesita de un guía.

–¿Cómo crear esos lazos?

–Lima creció tan desordenada que no tiene plazas de armas. Miremos Lima norte: ¿cuál es la plaza de armas de Comas? ¿De Los Olivos? No existen. Más bien, Mega Plaza se ha convertido en el centro de reunión por excelencia. Hace muchos años el punto de los nuevos limeños era el Parque de las Leyendas. En la ciudad se necesitan lugares de encuentro.

–Y mejorar el transporte...

–Esa es otra forma de unir a los limeños. Si tienes un buen sistema de transporte público, favoreces a la integración. De paso, tampoco se ha hecho un trabajo eficiente a nivel de actitud. Cosas tan simples como campañas que incentiven el amor por la ciudad. Fíjate, no hay héroes limeños, no se ha pensado en premiar a los buenos ciudadanos. Nadie ha tocado esos temas, tan importantes para crear una identidad. Somos la capital de uno de los países más atractivos turísticamente, pero no tenemos ningún atractivo turístico.

–¿Qué es Lima?

–Para muchos, un mal necesario: la necesitan porque tienen que vivir en algún lado. Y en los últimos años se ha ido convirtiendo en la ciudad más fea del país, aunque existe potencial para revertir esa situación. Estoy seguro.


CRECIERON "LOS PROGRESISTAS"


–¿Todavía existen limeños que se sienten invadidos?

–Cada vez menos. Son gente mayor, que no pudo adaptarse a los cambios. Quizás los podemos encontrar en los barrios más tradicionales, como San Isidro, el distrito que probablemente cuenta con el promedio de edad más alto. ¿Has leído Asterix? San Isidro es como el pequeño pueblecito galo que rechaza la invasión romana.

–¿Miraflores?

–No, Miraflores es una mezcla. Larcomar jala gente de toda Lima.

–Por eso el clima de campaña se notó más en los distritos...

–Sí, porque en algunos de ellos existe un alto sentido de pertenencia a una comunidad. San Borja, siendo un distrito nuevo, presenta uniformidad entre sus vecinos. En otros, no ocurre. Por ejemplo, La Victoria es antigua, pero hay mucha mezcla y eso no favorece la participación vecinal. En Jesús María y en Lince también ha ido desapareciendo ese sentimiento de grupo. Y ni hablar del Cercado.

–Usted identificó nueve tipologías entre los peruanos. Ahora son seis. ¿Por qué?

–Pasa que con el tiempo varían, se unifican. Antes los emprendedores eran apenas el 2 y medio por ciento, ahora son mucho más. Los afortunados, los yuppies (los jóvenes urbanos profesionales), también aumentaron. En cambio, disminuyó el porcentaje de madres conservadoras, las que se quedan en la casa cuidando a los hijos. En resumen, los grupos que más crecieron son los progresistas y las modernas, mujeres de carácter pujante y trabajador. Desde el punto de vista de estilos de vida, se percibe un cambio importante.

[Tomado del Suplemento DOMINGO de La República.]



lunes, noviembre 20, 2006

GRANDES COÑAZOS 2: ABUELA HASTA QUE DUELA



CARNES TRÉMULAS


Escribe Eloy Jáuregui

Ahora que se estrena en Lima Volver con Penelope Cruz, una cinta de Pedro Almodóvar, se acaba de editar también el Calendario Pirelli 2007, suerte de Enciclopedia Británica del voyerismo tardió. Cruz, que tiene nombre de hombre por eso del falo, posa con lampo y ardor. Sin embargo. tiene que competir con Sofia Loren, su antecesora en el Olimpo de las madonnas mediterráneas. A Loren le soporto todo menos que diga "Me lo he pasado en grande y me he sentido como una niña con las fotos". ¡Vamos! que para andar en cueros a los 71 años hay que tener vagina de hierro! En julio, cuando se anunció que iban a posar desnudas, todo el mundo volvió a hablar de Loren. Jovenes y los que ya fueron, arrugaron la molleja. Hoy pongo en consideración este duelo. ¿Sofia o Penélope? Pero advierto y vengan las apuestas ¿Alguien se atreverá a llamar abuela a esta mamita?



Incluso antes de ser Sophia ella era una mujer sin H. Apenas, a secas y sólo Sofía. Pero como el grama de marras es mudo, los hombres con H la hicimos nuestra y simplemente la llamamos la “Loren”. En el film «Matrimonio a la italiana», el galán y macho comprobado, Marcello Mastrioanni, la inventa como deseo cárnico y de “mamma” pasa a las filas –sin hacer el noviciado de la escuela de la donna—en la más grande de las “maggioratas”. Es decir, hembra superior, independiente de varón, emancipada del karma mamario y del canon oral.

Así como el mito es inmortal. Tal para cual, Sophia nos ha venido matando a cuenta gotas. Hace una semana, anunció que ya había cometido el magnicidio de posar desnuda para el Calenderio Pirelli 2007 –un almanaque no para fechas sino para fachas-- y los italianos, que andaban en eso del Mundial y que temía por la madre del francés Zidane, enmudecieron. Marcello Lippi, el DT de los azzurris ya amenazaba con renunciar y el “Toro” Gatusso no quiso dormir la noche anterior al partido de la final de puro celoso.
Primera pose desnuda de Loren, 1957
Penelope Cruz, saca pecho por España

En realidad el planeta de la oscuridad de las salas de cine se sumergieron en un silencio tan sonoro como inclemente. La señora Loren a punto de cumplir la edad de mi madre, 72 años, aparecería retratada como la enviaron a este valle de lágrimas, en pelotas, mostrando aquello que durante más de siete décadas sólo había lucido para el eterno anciano Carlo Ponti, el esposo esposado. ¿Qué es esto? ¿En qué mundo habitamos? Fue un infernal grito al cielo, del que esto escribe y de Marco Aurelio Denegri, experto en manuales sexuales. ‘No puede ser’, se oyó en todo el globo terráqueo.

Sophia Loren, sí señores, nada menos que en enorme foto de la tapa del jueves 6 de julio de El Comercio de Lima, revolcándose como una gatita en cama king side, con baby doll negro por supuesto, con las sábanas hasta la cintura y con un hombre de alongado y oscuro lente –un tal holandés Winoodh Matadin-- como jinete sobre ella en una extraña pose que no imagino ni al mismo egoísta Goya en su saga de las Majas, todo ojos con erecto pincel.

La noticia la había divulgado la revista italiana “Gente” y hasta el cierre de esta edición ha producido más de un centenar de infarto a corazón parado. Pero además añadía el texto más que aclaraba –para bien de muchos-- que Loren sería la portada del famoso calendario en el que lucirá un magnífico traje de noche negro, creación del diseñador Giorgio Armani. Bueno, suspiramos otros tantos, pero que además conformarían el elenco la turgente española Penélope Cruz, la británica Naomi Watts, la estadounidense Hilary Swank y la francesa Lou Doillon. ¡Vaya banda!

Loren, lo sé a ciencia cierta, perdón no conozco otra, posee un cuerpo todavía escultural, armónico y reducido gracias a una cura desintoxicante tan lejos de la trajinada baba de caracol de estos días. Las fotos la mostrarán también sólo unos aros de brillantes creados por su amiga y confidente Silvia Damián, una suerte de Matilde Pinchi pero honrada. Sophia, para El Vaticano no debió acometer semejante travesía. Pero Loren ese eso precisamente, el inacabable viaje entre el cuerpo, el demonio y la imaginación. Ella, una mujer que desafió a su destino, a gran parte de lo que la naturaleza, tiene todo el derecho a romper la regla de la menopausia y la mojigatería. Sophia, en su momento fue abanderada sin ropa interior de las buenas costumbres del momento e inyectó según los letrados de su tierra, a las leyes italianas, apenas decencia y la metafísica del pudor.

Y desde que se casó con Ponti, su longevo maestro y guía, desde que demoró la tan deseada maternidad, desde que en su condición de sex symbol forjó la cultura del voyeur bizco de placer solitario hasta este “desnudo tardío” que aparecerá para esta navidad y que para los pobres de la tierra será una suerte de pavo del gozo y sin horno, Sophia es mejor que Roma, la mujer eterna, de columna rijosas y monumental osamenta bañada en carnes generosas para la gran apertura del S. XXI. y la continuidad de corpus de otras esfinges sagradas del enorme pórtico del cine italiano. Veamos: Silvana Pampanini [Miss Italia 1946], Silvano Mangano [«Arroz amargo», 1949] Ivonne Sanson, Lucía Bosse, Rossana Podestá, Antonella Lualdi, Lea Massari, Gina Llollobrigida, Sandra Mila, Gloria Guida, Valeria Golino, ¿Sigo? Luego. Es la carne hecha arte o al revés.

Sophia es la continuidad de la belleza que soñamos desde la cuna y hasta la cama –yo imaginándome ser Rómulo y Remo en una misma persona y las italianas las lobas de leche para mis dientecitos de leche--. No me arrepiento. Sí alguna vez fue Laura Antonelli y otras Ornella Mutti, Sí, algunas noches también entraron a tallar Edwige Fenech y casi siempre Stefania Sandrelli o Sylvia Koscina o Agostina Belli. Y ya, déjense de cuatro cosas, lo diré por última vez, fue la parte posterior de Debora Caprioglio mi delirio. Sin embargo, me quedo con Sophia Loren quien habita en mi cuarto del noveno arte desde nonato. Ese habitáculo donde hablo solo y sólo del erotismo natural más que manual.

Y aquí debo rendir homenaje a Terenci Moix quien llegó a decir que Loren “llevó el maggioretismo al extremo” –la mujer superior por revervado para la lujuria sólo para los que nos imaginamos cosas--, y agregaba que era una dama que supo reunir tres condiciones ideales para asegurar su estrellato por largo tiempo: “Ese físico fuera de serie, un talento cierto como actriz y el haber pescado tan tempranamente a un productor como Carlo Ponti.

¡Ah Ponti! ¡Cómo te envido! Después de la vital pizzaiola de “El oro de Nápoles”, Ponti produce para Vittorio De Sica “Dos mujeres”, en 1961, y apuesta a que Sophia, de apenas 26 añitos provincianos, interprete a la madre de la adolescente en esta tragedia sobre la guerra, y ella funciona muy bien. Más que madre era una mamacita, vejada por la tropa nazi pero recuperada por los aliados del buen cine, ese que se inicia a las 3 de la tarde como aconseja García Márquez y evita el popcorn.

Loren no es un ícono italiano. El popolo del mundo la admira porque su trayectoria y la influencia de Hollywood, la puso como mango, sofisticada y generosa. Con los hijos fue más dama todavía. Encantadora, como debe ser, jamás mezcló su hogar, su trabajo y su cuerpo. Que si hay un cine clásico ese es el italiano y Loren siempre fue una estrella, como la genial Anna Magnani, que hizo una carrera paralela en el teatro –que no entra en la categoría de maggiorata—pero que por temperamento ora puede ser mi hija, ora ser mi amante.

Sophia tiene la edad precisa. Una dama ejemplar. Una mujer de hoy. De este época. De un tiempo en que las mujeres ya no se pasan los días cortando tomates. Hay algo de opulento en ella. Y a los hombres nos gusta la opulencia. Nos gustan mucho las mujeres que sabes por dónde cogerlas, con las que hay donde agarrarse. Si no, para escalar una pared lisa nunca se sabe dónde clavar los pitones. Ya lo dijo Descartes: “La mujer eterna es la que por lo menos tiene materia”. Por eso, desnuda a los 71 años, nuestra Sophia, su senos y su seso, es Italia, es ópera, es pizza, es vino, es Campeón del Mundo y tantas cosas más por las que el recordado poeta peruano Francisco Paco Bendezú parafraseando a Eielson decían que Roma no era más que sus mujeres. Sophia no es romana pero cuando ella tiende su ropa interior en el balcón en la cinta «Una jornada particular» jamás me vi ahorcado con tanto delirio. ¡Vengan las fotos!

viernes, noviembre 10, 2006

POR QUE TU AMOR ES MI ESPINA [RELATOS]




El verso negro

Por Eloy Jáuregui


Su memoria se posó al borde de la mesa y él supuso el vértigo. Crispó los dedos y pidió lacónicamente la cuenta. El bar a esas horas, sea el día que fuese, siempre estaba casi vacío, casi siempre a medio ocupar.
-‑«Tus escamas en la sábana, tu salado mar». -‑Había vuelto a trazar para ella El Verso Negro en la servilleta mientras Mariafé ya retornaba desde el oscuro teléfono al fondo del bar.
Era mucho más hermosa precisamente a esa hora, cuando los contraluces obligaba a propios y ajenos a distinguir aun más sus ojos negros que el brillar de los globos malva del Mozart, el café cómplice y, no se le ocurrió otra cosa más que acercar su boca y tatuar su aliento a rancio ardor en su nuca, a rasgar con sus labios la piel de aquel delicado y espléndido cuello.
-‑Márchate Diego, ahora ‑-dijo ella bajando la mirada-‑. Sabes bien que debes irte.


El encendió el último cigarro del paquete. Observó impaciente las vitrinas opacas del otro lado de la calle. Ahora arrugó la última servilleta donde había registrado por enésima vez: "Tus escamas en la sabana, tu salado mar"...

-‑El amor estalla como nuestro reloj de arena ‑dijo, recordando un garabato cursi, mirándola, deseándola inconmensurable.
-‑No me ames así por favor, no hagas eso conmigo ‑y tomó de sorpresa sus helados dedos inertes.
Diego sintió como antes, sí, el pie diminuto y descalzo recorrer debajo de su pantalón. Era ella, su ex mujer, la señora Mariafé de su vida. Ella de las destrezas.
-‑Mi amor, que no termine-‑ alcanzó a decir.

Trituró el cigarro, bajó el brazo y tocó su muslo debajo del vestido de seda. Entonces el encaje de esos vellos se erizaron como aquellas tardes cuando sus espumas mojaban completamente sus piernas. Mariafé expulsó el vaho siempre inexplicable, gimoteó concentrando el tiempo, quiso decir tantas cosas a la vez ampliando su mirada de aquella brasa alcalina apuntando la cumbre de las lámparas y exigió los labios, la lengua, el beso, como una almiranta ordena por su espada en el puente más alto de su nave.
-‑Llévame ahora ‑-dijo ella recogiendo su bolso y el bleiser.
Era noche y garuaba.Cambiaron de taxi como de costumbre. Ahora al departamento, ahora las llaves, ahora la ropa. Y así otra vez el miedo de atraparlo y acostumbrarse a sumergirlo entre su boca, y oír esa sonata en el cristal combado de sus fauces, la campana curvada de la copa rosásea entre sus dientes.


-‑Que no termine -‑volvió a repetir oficioso Diego .
-‑No lo eches a perder -‑sentenció ella-‑. Olvídate del tiempo.
Apenas habían encendido la lucecita del recibidor y Mariafé se descalzó violenta. Lo abrazó. Se juntaron y temblaron como antes, como en los retratos de los mortales recuerdos.
-‑Calla por favor, no digas nada ‑-sentenció ella y agregó clavada a su oído: ‑quítame el vestido.


Diego obedeció minucioso. Desnuda, le dio la espalda y se inclinó libre sobre sus pechos. Así, a esa edad, era inconfesablemente hermosa y ese tiempo había pasado sin tiempo sobre aquella piel de fibras lustrosas. No importaba ahora que otros cuerpos se hayan posado en aquel mismo cuerpo. No obstante, él retornó a la aventura de sumergirse en los pliegues conocidos y al solsticio de esas entrañas descorridas por la música deliciosa de su unicornio bermejo. El y sus yemas adheridas en el pico encrespado. Ella y su enhiesta cresta secreta anclada ahora a la almohada debajo sus muslos, y el peso de ese cuerpo como una águila prendida en el dorso y el mentón clavado a la suprema luz de su nuca.
Era la testa del fruto galopando entre dos mundos de esa maquina carnal, dos soles disputándose el ágape de aquella brecha. Dos cuerpos marcados por la luz negra que visaban las celocías y el lomo escarchado cual lomo de un jabalí degollado en la embalsamada noche del encebado taladro a fuego curvo.


Eran dos humanidades almidonándose en los bordes profundos de la rosa musgosa de la locura. Eran dos seres tratando de inmortalizar el fruto cabalgado de los bocados del tiempo enmohecido. Amándose como él la soñaba en la quilla de sus deliquios. Amándose como ella imploraba a horcajadas imaginando el dulce taladro horadando su aromado pórtico cual anillo encarnado.
Se durmieron encallados frente a los farallones del mar de las altas espumas y el sueño los detuvo como en un daguerrotipo del siglo de todas las luces traicioneras. Mariafé creyendo en otras formas corpóreas. Diego, amando el flamante tormento de una piel más joven. Y así amanecieron, como dos seres conocidos trasmutando la química de los odres fermentados
-‑Quieres café, está recién pasado ‑dijo Mariafé y se retocó con maestría el cabello y los labios ante el tocador, su gran espejo de los años gloriosos‑. Voy a llegar tarde al canal.
-‑Déjalo ahí, me ducho y me largo ‑contestó Diego con el sabor a óxido de fierro que imaginó le trepaba desde el duodeno.
-‑La niña sale más temprano los viernes, la recoges por favor y la dejas donde mi madre ‑ordenó ella.
Luego lo besó en la mejilla con un mohín que él sabía bien, Mariafé ejecutaba cuando algo le producía hastío. Dio una rápida mediavuelta de acostumbrada ballerina y se marchó impenetrable, gélida como el olvido de las cartas arrugadas.


Atrás dejó todas las brasas de la noche. Atrás quedó el pacto repasado de sus hazañas; su encrespada ropa interior sobre la alfombra y todavía aquel aroma a sus muslos saturados de oráculos espesos y bullentes savias.
Diego mientras se vestía descubrió la servilleta arrugada en uno de los bolsillos de su saco. Se sentó en aquel que alguna vez fue su escritorio y leyó el verso: "Tus escamas en la sábana, tu salado mar".
Por un instante estuvo a punto de agregar sobre el estrujado papel: "Trece años de matrimonio han aferrado nuestra memoria a la hiedra miserable de la cascada de tu amor". Pero no, no escribió nada. Estrujó aun más la servilleta, fue hasta el baño, se miró enamorado por última vez en el espejo, arrojó el verso negro en el excusado y tiró de la palanca.
Un cancelado amor atornillose al torbellino turbio de las aguas profundas y se hundió para siempre en la tumba de los cariños que se ahogan en la desesperación de la infame vejez.
Luego, parsimonioso y atándose el nudo de la corbata como quien une otra vida ‑veinte años más joven, por supuesto‑ a su existencia; tomó ahora el teléfono, marcó un número memorizado en el ojo de su lujuria y con esa tono de maestro de vieja literatura inglesa habló grave:


-‑¿Rossana? Amor, ¿Por qué no me llamaste?
-‑Diego, malo, malísimo ‑contestó esa voz fresca a mañana sin borrasca‑, estudié casi toda la noche.
-‑No me estudies más princesa ‑respondió él, profesor, ducho en el arte de las torturas a infantes alumnas y agregó: ‑esta noche te estudiaré yo y después, te desnudaré y te jabonaré como te gusta.
-‑Diego, malo, malísimo ‑volvió a decir Rossana‑, mira que recién he salido de la ducha.
-‑Así me gustas, húmeda, húmeda como las lenguas del erizo ‑dijo él mnemotécnico, mortalizando todo y remató‑: Anoche te escribí un pequeño poema mientras estudiabas.
-‑Oh mi amor, carísimo. ¿Cómo es? ¿Me muero por leerlo? ¿Y, ya tiene título?
-‑Sí, princesa mía ‑contestó Diego, con sus exactos 40 años y la sabiduría de manejar los caminos del Santo Grial‑. Para ti, sólo para ti lo he llamado "El verso negro".


[Del libro: "Por que tu amor es mi espina". Relatos. Eloy Jáuregui. 2006.]

jueves, noviembre 02, 2006

HA MUERTO PABLO GUEVARA, NUESTRO MAESTRO

posted by Carlos M. Sotomayor

MURIÓ CON NOSOTROS Y CONMIGO.
TODOS SE ACORDARÁN DE ÉL.

Lima, 1930 - 2006


Tantas veces Pablo

Eloy Jáuregui


La sentida desaparición de uno de los más grandes poetas de la Generación del 50 tan caro a los más intensos afectos y respetos en la Universidad de Lima.


La última vez que vi a Pablo Guevara fue la primera. Esa noche lo observé mirando para adentro. Como si presagiara su muerte fulminante y sólo para el brillo inmortal de su interior. En al Auditorio Central de la Universidad de Lima le rendíamos un homenaje al maestro Desiderio Blanco. Luego en la recepción, Pablo sonreía sin parar cuando le contaba de las aventuras de mis hermanos de Hora Zero, tan entrañables como él mismo, del estruendoso Jorge Pimentel, del perseverante Tulio Mora, del exacto Enrique Verástegui.
Yo había revisado recientemente sus monumentales 5 tomos de “La Colisión”, aquel conjunto de asimétrica belleza con la que Pablo había ganado la VIII Bienal de Poesía COPE de 1999 para entender de su envergadura en relación a un trabajo de las Jornadas de Investigación científica sobre poesía en prosa en las vanguardias peruanas que elaboraban los profesores Carlos López Degregori, Luis Chueca, José Guich y Alejandro Susti de la Universidad de Lima.
Esa noche, a Pablo le conté que había descubierto que en sus últimos libros, esa “opera marítima en 5 actos” y en sus 8 poemarios inéditos, le había descubierto más que hallado una extraña relación de amigos que habían muerto. Le mencioné los hielos de Renzo Uccelli, las pastillas de Juan Bullita, las uvas de Enrique Lihn, todos poetas de alguna forma, todos inmortales de alguna manera. Él me respondió sereno, mientras se acomodaba sus anteojos, que de pronto todos éramos tripulantes de aquel trasatlántico en medio de las brumas nocturnas que colisiona con el iceberg del destino y se lo traga la inmensidad del océano.
Me conmovió tanto su frase cómo días después me asoló la noticia que un cáncer lo hundía sin remedio. Guevara en los 80 había armado un constructo impensado más que inédito. Un gigantesco retablo sobre la poesía peruana. De alguna manera era una geografía y catastro, un edificio o una estructura sistémica donde uno podía construir y reconstruir el ADN de nuestra escritura, con sus colosos y sus ángeles, con sus monumentos y detritus. El armazón a doble página apareció en un diario local y más de uno, por inocente o cómplice se sintió tocado.
Era en todo caso una arquitectura de la libertad contra los rigores del poder. La poesía peruana, para Guevara fue siempre un soplete o estilete para desarmar conjuras y degollar entuertos. Esa era la misión de su visión. Vivir para crear, crear para amar, amar para resistir, resistir para vencer. Pablo tenía 76 años y una tarde en el Taller de poesía que dirigió en San Marcos me dijo al oído que uno escribía sólo para colisionar contra lo inocuo del tiempo y para recuperar el deseo de la memoria que ni la muerte podrá anular. Ahora que lo recuerdo: tenía razón.


MI PADRE

Tenía un gran taller. Era parte del orbe.
Entre cueros y sueños y gritos y zarpazos,
él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida.
Con Forero y Arteche. Siempre Forero, siempre
con Bazetti y mi padre navegando en el patio
y el amable licor como un reino sin fin.

Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas
que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos,
luego creció y creció rodeado de zapatos que luego
fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció
con él. La casa y mi alcancía y esta humanidad.

Pero algo fue muriendo, lentamente al principio;
su fe o su valor, los frágiles trofeos, acaso su pasión,
algo se fue muriendo con esa gran constancia
del que mucho ha deseado.

Y se quedó un día, retorcido en mis brazos,
como una cosa usada, un zapato o un traje,
raíz inolvidable quedó solo y conmigo.

Nadie estaba a su lado. Nadie.
Más allá de la alcoba, amigos y familia,
qué sé yo, lo estrujaban.

Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él.



CRISTINA

Y es en el oval de la mejilla que camina,
hija a mi lado, el esquife más pequeño
que tengo, el más dorado de todos,
donde está la proa de mi amor.

Y en el tan dulce pelo que es,
dorado del Botticelli, trigo de Teruel, Jauja o Kiev,
y en el pórtico oval gótico por donde brillan
ojos ojivados del Van der Goes o del Memling
ventanitas son de monasterio oscuro, oscuro,
irisados bajo la garúa nacen y mueren,
rojos, verdes, azules en pugna con el gris
de calamidad de Lima, y el marchito tiempo
al fondo, tiempo que lloro, plúmbeo marco
como los de Leonardo…
En tanto sostengo el remo, el bracito nacarado,
el cáñamo japonés, el tallo de la flor de Rhodesia,
en el mar desencadenado y en la albúmina excesiva
como de tuberculoso de Lima, y en la alegría
de su boca, música del Corelli, campanita
solar del valle mientras tiembla mi corazón
y llegar al puñal no oso, y por fin mi vida es
junto con la de la imaginación aunque sólo
sean unos segundos -siempre son unos segundos,
estos que son la vida de los que no han perdido
su libertad ni jamás se la dejarían arrebatar
por sobre todas las cosas y pueden predecir
la sequía o la cosecha de la gavilla,
aunque los pueblos estén de duelo
por los gavilanes y los guerrilleros,
ah Nacimiento, ah Muerte, volver a partir
desarrebujando las velas, aún más remendadas,
ah Niñez, ah Juventud, ah Gravidez, ah Vejez
del Amor, y los astutos dioses haciéndonos
las espaldas y las olas creciendo, siempre creciendo…

(De Crónicas contra los bribones)

DESCANSA EN PAZ, HERMANO MAYOR

LOS CRIMINALES VIVEN PERO YA SE LES ACABA


CON EL PERDÓN NO SE NEGOCIA


Una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y otra de la Corte Interamericana de Derechos Humanos ratifican que los crímenes contra la humanidad no pueden ser amnistiados y su persecución no cesa con el paso del tiempo, cualquiera haya sido el momento de su comisión.



Dice bien el periodista argentino Horacio Verbitsky que esta decisión desmorona la pretensión de sectores y personas que reivindican la dictadura militar de forzar el dictado de una nueva amnistía que paralice los juicios reiniciados con las sucesivas condenas a los policías Julio Simón y Miguel Etchecolatz, y muestra que el castigo de esos crímenes ya no depende de la voluntad política del Estado.


Ambos fallos sostienen que el derecho internacional prevalece sobre cualquier normativa interna que pudiera asegurar su impunidad y que la obligación de todos los estados de perseguir a sus autores rige desde que fue sancionado en Londres el Estatuto del Tribunal de Nuremberg, en 1945, ratificado en 1946 como principios de derecho internacional por la Asamblea General de las Naciones Unidas.



El 17 de enero de este año, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirmó la condena a ocho años de prisión impuesta por los tribunales estonios a los ex funcionarios de la ocupación soviética en Estonia, Petr Kislyiy, hoy de 85 años, y August Kolk, de 82, quienes en 1949 participaron de la deportación de ciudadanos estonios a regiones remotas de la URSS.



Los condenados arguyeron que el Código Criminal soviético de 1946 no contemplaba los crímenes contra la humanidad, que sus actos eran legales cuando los cometieron y que no podían imaginar que dejarían de serlo seis décadas después. El Tribunal Europeo rechazó la defensa de que la condena se había basado en la aplicación retroactiva del derecho penal, ya que la Unión Soviética era parte del Acuerdo de Londres de 1945, que promulgó el Estatuto de Nuremberg, y miembro de las Naciones Unidas en 1946, cuando su Asamblea General confirmó los principios de derecho internacional sobre crímenes contra la humanidad, reconocidos por el Estatuto.


Tales crímenes, escribió el Tribunal Europeo, “no están sujetos a limitación temporal alguna, sea cual fuere la fecha de su comisión”. La Constitución estonia (como la Argentina) considera que los principios y normas generalmente reconocidos del derecho internacional, incluidas las normas del derecho internacional consuetudinario, son parte inseparable del ordenamiento jurídico interno y de cumplimiento obligatorio. Según la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad, ratificada por Estonia, esa obligación de castigarlos es independiente de la fecha en que se hayan cometido, en tiempo de guerra o de paz.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos resolvió hace un mes por unanimidad que el Estado chileno debía garantizar que el Decreto Ley de Amnistía No. 2191, de 1978, no obstaculizara las investigaciones sobre la ejecución extrajudicial del profesor de enseñanza básica y militante del Partido Comunista Luis Alfredo Almonacid Arellano y otras violaciones similares, ni la identificación y el castigo de los responsables.


El 16 de septiembre de 1973 Almonacid Arellano fue asesinado a tiros por una patrulla de carabineros en la puerta de su casa, ante su esposa, embaraza de ocho meses y medio, y acompañada por un hijo de dos años y otro de nueve. La Corte reconoció los pasos dados por los gobiernos chilenos posteriores a la dictadura para establecer la verdad de los hechos y ofrecer reparaciones a las víctimas, pero dijo que de acuerdo con la Convención Americana sobre Derechos Humanos Chile también tenía el deber de investigar judicialmente los hechos, atribuir responsabilidades y sancionar a todos los partícipes.


Aclaró que el juicio no era sobre el homicidio, sino sobre la posterior denegación de justicia, ya que varios tribunales militares absolvieron al responsable sin que la Corte Suprema de Justicia ejerciera el control de constitucionalidad. No es posible aplicar la cosa juzgada, ya que la actuación del tribunal tuvo el propósito de sustraer al responsable de su responsabilidad penal y el procedimiento no fue independiente e imparcial de conformidad con las debidas garantías procesales.


Una sentencia pronunciada en tales circunstancias produce una cosa juzgada “aparente” o “fraudulenta”. La Corte también dijo que si aparecen nuevos hechos o pruebas, las investigaciones, pueden ser reabiertas “incluso si existe un sentencia absolutoria en calidad de cosa juzgada, puesto que las exigencias de la justicia, los derechos de las víctimas y la letra y espíritu de la Convención Americana desplaza la protección del ne bis in idem”. Por lo tanto, el Estado debe dejar sin efecto esas sentencias y remitir el expediente a la justicia ordinaria, para que dentro de un procedimiento penal se identifique y sancione a todos los responsables.


El Estado “no podrá argüir ninguna ley ni disposición de derecho interno para eximirse” de esa orden, ni “argumentar prescripción, irretroactividad de la ley penal, ni el principio ne bis in idem, así como cualquier excluyente similar de responsabilidad”, ya que por tratarse de un crimen de lesa humanidad, el delito cometido en contra de Almonacid Arellano “además de ser inamnistiable, es imprescriptible, cualquiera que sea la fecha en que se haya cometido” y aun cuando Chile no ha ratificado esa Convención, dado que la imprescriptibilidad surge como norma de Derecho Internacional General.